22 mayo 2005

Mujer e indígena, dos veces discriminada.

Rigoberta Menchú
Mujer e indígena, dos veces discriminada.
Por Pepe Arévalo, 2003

Ocurrió el año pasado. Nos sentamos frente a frente en la cabina de grabación. Habíamos hablado casi una hora sobre las denuncias por genocidio interpuestas ante la justicia española.

Desde que la vi me llamó la atención su típica vestimenta maya de bordados multicolores y sus ojotas de cuero.

Reparé también en el contorno redondo de su rostro, sus ojos dormidos, y su expresión de tranquilidad, como si fuera la poseedora de un tiempo con pretensiones de ser infinito.

Chiquita, gordita y de dimensiones incalculables en la lucha por lo derechos indígenas guatemaltecos, así es Rigoberta Menchú la Premio Nóbel de la Paz en 1992.

Una mujer que sigue recorriendo los caminos de la justicia universal, para lograr que sean castigados los responsables del genocidio en su país y de la muerte de sus padres y su hermano menor, durante la represión militar de los años 80.

Un personaje que comparte en sí mismo una doble razón para la marginalidad y la discriminación: el hecho de ser mujer e indígena. Lo que equivale a decir que tiene que enfrentar la marginación por su raza y por su cultura, que tiene que romper las barreras del machismo e incluso la discriminación de las propias mujeres.

Los éxitos de algunas mujeres indígenas como Rigoberta nos hablan precisamente de la excepción.

Con la sencillez de sus palabras, Rigoberta Menchú, Premio Nóbel de la Paz, mujer e indígena, nos confesó sus luchas en estas dos dimensiones.

-¿Es un peso enorme ser Premio Nóbel de la Paz? Le pregunto casi como pidiéndole una confesión.

"El Premio Nóbel de la Paz es algo muy fuerte, muy conocido en el mundo, es una tarima, una plataforma del que permanentemente me siento limitada. Quisiera tener más incidencia, más logros y resulta que tiene un límite, como todo tiene un límite. Es un sufrimiento permanente.

Pero yo disfruto ser Premio Nóbel, a pesar de que algunos me dicen ex premio Nóbel porque quieren quitármelo. Lo disfruto porque es muy importante llegar a muchas gentes, a los políticos, a los empresarios, llegar a la gente. Yo como política me siento muy realizada.

Como mujer y como madre también tiene sus costos. No estoy en la casa. Vi a mi hijo nacer, cuando regresé ya ser reía, ya caminaba, ya era grande… Mi esposo es un gran hombre, pocas veces estoy en la casa, pero por lo menos, como digo, todavía tengo marido."

Rigoberta se ríe, se le iluminan los ojos y añade: "Muchas mujeres que tiene esta agenda terminan solas. Por eso mi esposo es un gran hombre para mí. "

-Eres mujer e indígena, lo que es considerado por alguna gente como una doble condición para ser marginada...

"Yo siento que todas las mujeres salen adelante cuando tienen oportunidades y las oportunidades son pocas para las mujeres.

Además demanda una gran cuota de sacrificio como mujer. Yo hubiera querido tener 5 hijos pero, sólo tuve dos y uno se me murió.

Debes estar cuidándote porque luego te califican. Si eres inteligente, si no eres inteligente, pero hay muchas gentes en el mundo que no son inteligentes y son famosas.

Pero una mujer, o es bella y guarda la línea y come verduras o, simplemente, si es un poco gordita como yo, pues no será la belleza la que debe utilizar sino su inteligencia… entonces, tienes que ser súper inteligente para que te den tu lugar.
La única alegría que yo tengo es que no es el premio Nóbel el que me hizo importante sino el trabajo y el sacrifico. A veces no dormir..."

-¿Cuántas horas duermes?

"Depende de dónde esté. A veces duermo dos días seguidos. Yo creo que depende de la conciencia para poder dormir en cualquier sillón o en cualquier esquina."

A finalizar este encuentro Rigoberta Menchú me dice: "Los caminos que ya se han abierto y los pasos que se dan en un camino nunca se borran".

La miro y me despido de ella convencido de que, en esta lucha por un mundo más equitativo y más justo, hay varios pasos que llevan el inevitable sello de esta mujer.

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